lunes, 10 de abril de 2017

Homenaje a Curico Unido

Foto: Gabriel Silva

Un presidente embargando su casa en nombre del club; una dirigenta, comprando pan y cecinas para preparar, junto al mismo presidente, unos sánguches para entregar a los jugadores en el viaje en micro; una rifa organizada por esa misma dirigenta, en los entretiempos, para ayudar un poco más a un club que estaba en el suelo. Eso ilustra el carácter y la historia de Curicó Unido.

Un club provinciano que, durante sus 44 años de existencia, ha tenido como pilar a la gente más popular y sencilla de esta zona históricamente conocida por sus tortas, sus vinos y sus frutas de exportación.

Curicó Unido es la historia del tesón, del esfuerzo, del club que desde su fundación se sustentaba en rifas, bingos, ventas callejeras, shows artísticos y un sinfín de actividades basadas en el sentido comunitario y la cooperación.

Curicó Unido es la historia del bajo pueblo. De esas personas humildes y sencillas que acompañaron al equipo durante sus años más aciagos en los noventa. Los que soportaron 15 años en Tercera División, los que asistieron a esos partidos con lluvia donde el número de espectadores no superaba por mucho al de jugadores en cancha.

Curicó Unido estuvo a punto de desaparecer e incluso hubo autoridades políticas que desde la alcaldía intentaron destruirlo. Pero no pudieron. Ahí estuvo Mario Muñoz, histórico dirigente, sacrificando su patrimonio familiar y pegándose cabezazos para buscar más apoyos económicos y evitar que el club que tanto amaba desapareciera.

Ahí estaba también, la histórica Edith Véliz, subiendo una y mil veces la galería para vender los números que, hasta el día de hoy y pese al IPC, se venden a 100 pesos y representan el sentido de cooperación y esfuerzo que caracterizan a este humilde club de fútbol. Vitales en el renacer fueron “Los Marginales”, la hinchada que desde 1997 acompaña al club a todos lados; la misma que con bombos, trapos, cánticos y papel picado le dio color a los domingos e hizo regresar a los hinchas al Estadio La Granja.

Para el “Curi Curi” nada fue ni será sencillo, tanto en lo deportivo como en lo institucional.

En 2004, estuvo a minutos de llenarse de gloria en Chillán y luego vio esfumarse el título de Tercera División en un partido de definición en Linares.

Pese a todo, su gente lo acompañó con más fuerza y un año después, el 29 de diciembre de 2005 lo vio celebrar el título más importante de su historia, ese que le dijo adiós a 15 temporadas en el fango. Si muchos agradecimos dejar los “potreros”, el regalo que vino tres años después y que nos permitió jugar un año en Primera, fue un regalo de la vida.

La historia de Curicó Unido es de esfuerzo y de pocos éxitos deportivos; por eso el título conseguido ayer –el segundo en la Primera B- es tan especial. Representa el grito de una ciudad que no logra disociarse de su institución deportiva: hablar de Curicó es hablar de su club de fútbol, y viceversa.
Allí se funden el tratar bien al forastero –prueba de ello son los “Clásicos de la Amistad” con la hinchada de San Antonio-, el respeto, la solidaridad y el sentido de comunidad que han mantenido económicamente a este pequeño club; todas esas características que forjan esa “curicanidad” en un espacio de 1.300 kilómetros cuadrados, los mismos donde el hermano pobre de las políticas públicas sigue sin hospital y vio un experimento de segregación socioeconómica en su “medio estadio”.

Curicó Unido es una corporación deportiva, un club que le pertenece a sus socios y a su comunidad; una institución que ha logrado resistir al fútbol empresa, al de los mercaderes que utilizan a las instituciones y sus hinchas para llegar a la presidencia del país o para llenarse los bolsillos a costa de traspasos truchos. Por eso, porque se ha resistido, vendrán muchos golpes y habrá que estar más unidos que nunca.

Después de esos abrazos fraternos y cargados de llanto alegre en El Salvador, solo queda recordar a tantos dirigentes e hinchas, en estas líneas representados en Mario Muñoz, la Tía Edith Véliz y la camada fundadora de “Los Marginales”, quienes han cimentado la historia de un club que nunca puede olvidarse de donde viene.

Como buenos consumidores de este sistema neoliberal, que gustan de comprar y esperar que todo tenga retorno económico, en los momentos de triunfo llegarán al estadio esos “hinchas” que exigen triunfos y títulos. Les pido que no se equivoquen. La hinchada de Curicó es esa que despidió con una ovación al equipo cuando perdió el invicto ante Coquimbo, la que ha hecho lo mismo durante toda su historia: la que vibra, la que acompaña incondicionalmente, la que sólo es feliz viendo a su equipo en cancha.

Rafael Andaur Marin. Periodista

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